Este 31 de octubre me decidí a salir a pedir dulces a mis 22 años, si bien eso es una práctica común en Estados Unidos de Norte América (el vecino del norte), en México es inusual, e incluso mal visto que un hombre salga a pedir dulces en noche de brujas, pero yo me pregunté ¿Y que me impide hacerlo, porqué tendría que serme negado el placer azucarado de finales de octubre? así que me decidí a pedir dulces, me uní a una caravana formada por las hermanas menores de una amiga mía y algunos amigos de ellas, una de las ventajas es que tenemos casi la misma estatura, así, equipado con vestimentas temáticas y una máscara para oculta mi edad me dediqué a pedir dulces, aparte, ver que no todos los integrantes de las generaciones jóvenes son incapaces de poseer intelecto fue una experiencia esperanzadora, al final volví a casa con más dulces de los que recibí en los últimos años de mi infancia, así como también una sensación de esperanza que me hace pensar que no todos los jóvenes Mexicanos están bajo el lavado de cerebro del Reggaeton, la WWE y el comercialismo desmedido, esto me ha llevado a una reflexión, tal vez si los adultos pasáramos más tiempo de calidad con los jóvenes con los que compartimos nuestro entorno, hijos, hermanos menores, sobrinos, primos, etc., y hablo de tiempo de calidad, no de influenciarlos a conductas indebidas, o cometer crímenes de abuso de confianza como muchos adultos se han mal acostumbrado a hacer, podríamos pasar un rato agradable y también asegurarnos que las generaciones jóvenes se desenvuelvan en un entorno seguro y benéfico para sus cuerpos y mentes, así que no se nieguen la oportunidad de usar los festejos de finales de octubre para conseguir dulces y tener la oportunidad de convivir con miembros de su familia que necesitan una sana convivencia antes de que sea muy tarde.